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Un profesor partidario del neotomismo, con tan sólo escuchar su nombre lanzó: "Un panfletario". Otro, una mente brillante en terrenos de filosofía del lenguaje, sustituyó la adjetivación con otra: "Un cabeza cuadrada". Hans Reichenbach, miembro del Círculo de Berlín y uno de los grandes pilares de la filosofía analítica, referencia ineludible del más depurado pensamiento centroeuropeo del siglo XX, levanta olas donde quiera que se escuche su discurso directo, incendiario y, por qué no, terriblemente atractivo para todo aquel que se interese por los vericuetos lógicos y por los devaneos filosóficos en los terrenos de la ciencia.
En una de sus obras fundamentales, La filosofía científica, Reichenbach lanza un poderoso ataque contra el pensamiento especulativo; éste, con sus expresiones metafóricas y sus oscuridades, se encuentra más cercano a la literatura y a la historia que a las ciencias, las cuales deberían ser el paradigma del filosofar. ¿Por qué las ciencias? El pensador alemán brinda razones de peso: por principio, porque sólo el discurso científico, directo y sin retórica alguna, puede ser calificado a partir de las categorías de verdad; además, porque la ciencia, dada su naturaleza inductiva, tiene una conexión directa con los estudios empíricos.
Si bien hay grandes errores en Reichenbach -el más claro de ellos, según nos parece, consiste en reducir la filosofía a la lógica-, algunas de sus opiniones resultan ser más que puntuales. La filosofía es una disciplina abstracta al grado que expresiones como "filosofía práctica" parecen, a primera vista, contradictorias en sí mismas. Sin embargo, esta cualidad del filosofar tiende muchas veces a despegarse de la realidad inmediata; así, lo humano termina por volverse ajeno al pensamiento filosófico, el cual, entonces, se aboca exclusivamente a objetos ideales: tenemos, así, grandes construcciones teóricas meramente etéreas. Y, para colmo, cuando algunos filósofos deciden reflexionar en torno a situaciones cotidianas, terminan por formular afirmaciones que no hacen sino convertir lo cotidiano en algo incomprensible; dejémosles hablar para que se ejemplifique lo dicho: "El dolor es el remolino infinito que abisma al ser hacia sus propias entrañas ónticas". Si alguien logra traducir estas palabras, volcándolas en un discurso coherente y unívoco, el administrador de esta página le estará profundamente agradecido.
En nuestros días, además, no es extraño que muchos pensadores recurran a la mitología y a la religión para llevar a cabo análisis en torno a diversos temas; Jesús González Maestro, durante las jornadas sobre filosofía y literatura llevadas a cabo el 27 de mayo de 2009, en Oviedo, dice con ironía:
La mayor parte de las teorías literarias vigentes desde las últimas décadas [...] en su mayoría son auténticos disparates [...] auténtica locura [...] Esta situación, en los últimos años, se incrementó de forma desaforada hasta tal punto que se incurre en idealismos terribles y en espiritualismos [...] Incluso, cabe pensar que en un futuro no muy lejano podría imponerse en los planes de estudio asignaturas tales como interpetación oracular de textos literarios o cosas de este tipo, donde contratemos a una especia de chamán o hechicero para que nos interprete el sentido oculto que tienen determinados textos (1)
Lo afirmado por González Maestro con respecto a la Teoría Literaria puede extenderse hacia terrenos filosóficos. El problema no es que la filosofía se acerque a la religión o al mito, pues resultan excelentes objetos de estudio en tanto son constituyentes de la experiencia humana; el error consiste en hacer de ellos el método o el parámetro para acercarse al resto de temas. Pártase del hecho de que las religiones son fundamentadoras de identidades sociales y, por ello, la exclusión les es dada de manera natural; así, la religión tiene como basamento la distinción entre "nosotros", los fieles, y los "otros", los impíos, y estos últimos no son concebidos a partir de sí mismos, sino que siempre se les define en negativo a partir de las convicciones del grupo. ¿Cómo hacer, entonces, una ontología y una antropología a partir de presupuestos religiosos, sin excluir al infiel de ellas? Respuestas hay muchas, pero ninguna de ellas satisfactoria.
La filosofía, es cierto, no puede -ni debe- consistir en meros análisis lógicos; sin embargo, tampoco debe confundirse "profundidad" con "oscuridad". El lenguaje debe ser claro y conciso, si la intención es exponer ideas objetivadas y, por tanto, accesibles a cualquiera. Además, el filosofar, si se pretende disciplina primera, jamás debe perder de vista a los hombres reales e inmediatos, sino, ¿qué se pensará? ¿Cuál será el objeto de las disquisiciones? Personajes de ficción, tal vez.
Hans Reichenbach puede incurrir en una buena cantidad de hipérboles e imprecisiones; pero, más allá de ello, sus palabras nos invitan a pensar con detenimiento algunos de los excesos filosóficos.
Citas
1. http://www.fgbueno.es/act/act029.htm
Filósofo: Sujeto imcomprendido, pensando cosas a la vez vanales, a la vez importantes. Pero sin duda, indispensable en esta sociedad actual...
ResponderEliminarExcelente texto Emiliano, tu redacción es perfecta. Interesante este personaje Reichenbach no? Aunque incomoda a nosotros los "filósofos" especulativos, ja. Necesario su pensamiento para el heavymetal de la Filosofía.
:)
La Pau
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ResponderEliminarExcelente blog, por cierto
ResponderEliminarDe acurdo, me acerco a la tesis de Hans Reichenbach. Gracias por ello. Es sencilo, claro y preciso.
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